Aún antes de su posesión, siempre objeto de bromas, memes, sarcasmo, ataques y odio feroz, el hombre deberá aguantar solamente algunos años más.

Político y poderoso de toda la vida, se mueve con seguridad en las entrañas del poder y sabe que superará este momento difícil. Muy pronto será un respetado ex-presidente y la gente, así como ha pasado con sus predecesores, se olvidará de él. Sabe que ha ‘trabajado’ bien por sus futuras generaciones, y acaricia la idea de que tal vez en veinte o treinta años su hijo será también presidente, tal como ha pasado y continuará pasando en muchas partes del mundo.

Desde la historia conocida, los políticos, con la connivencia entre quien ama poder y dinero, viven muy bien, y en la impunidad. A veces uno de ellos va a la cárcel, pero el olvido de la gente es el ‘perdón’ más poderoso. ¡La vida continúa!

Muy pronto otros llegarán para gozar de un estilo de vida de ‘ricos’ y venderán -privatizarán, un término que parece honesto- los recursos más importantes de sus pueblos, como agua, energía, minerales o madera.

La gente continuará siendo más pobre, más frustrada, y cada vez se deberán usar medios más fuertes y ocultos para mantenerla dormida.

A parte del de turno u otro presidente futuro, lo que me causa rabia y -solamente después- compasión, es que los hay de ambos tipos: aquellos que vienen de familias poderosas y otros que fueron hijos del pueblo. Los primeros lo tuvieron todo y los otros, con más fuerza, suerte, coraje y determinación, lo lograron después.

Mirando a los primeros me pregunto: ¿qué fuerza puede empujar a un hombre que nació rico y en una de las familias más influyentes de su país, que tuvo la mejor educación, que viajó, que fue uno de los poderosos entre los políticos, que en sus años al poder habría podido llevar cambios importantes y positivos para su nación, a actuar en contra de la opinión de millones de compatriotas, y en contra de los intereses de su gente, a la que supuestamente juró cuidar?

Y mirando a quien vino de una familia humilde, me pregunto: ¿Cómo es posible que habiendo conocido la dificultad y la pobreza de los suyos se olvidó de dónde venía? Y cómo, después de llegar al poder por la fuerza de millones que confiaron en él, puede traicionarlos para vivir en la opulencia?

¿De quién es la culpa si la casi-totalidad de los políticos es así?

¿Puede ser que un presidente sea el reflejo del pueblo que lo elige? Si millones lo eligieron ¿por qué se están quejando ahora? La gente dice resignada: ‘Todos son iguales, uno vale el otro’ o ‘El menos peor’ ‘Son todos ladrones’ ‘Son todos corruptos’.

Aunque puede parecer increíble, a nivel espiritual, yo los entiendo.

Ese presidente o político es un hombre, un hombre común y corriente, ni bueno ni malo, simplemente alguien que, por suerte o intenso deseo, tuvo un poder enorme que no pudo ni supo controlar. Para poder tener ese control es necesaria una moralidad firme, a prueba de ego y dinero, y eso se encuentra solamente en el mundo espiritual, donde existe SOLAMENTE la motivación de SERVIR a los demás y NO en los políticos comunes.

Ser, o volverse, un presidente épico NO es la norma.

Para serlo se debería tener un cambio interno, olvidarse de sí mismo, y entregarse totalmente a la misión de transformador social. Algunos han probado a serlo, tal vez al inicio, pero se sabe que ‘¡el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente!’

Pero regresamos al ‘licor’ más oculto y dañino de la política y del mundo en general: el ego que, con su hija, la codicia, va directamente a la cabeza, y no hace pensar racionalmente y vuelve arrogante, codicioso, ambicioso, vengativo, y empuja a actuar como nunca se pensaba. Hemos visto esto en algunos líderes carismáticos que salieron de familias humildes y, aunque tenían la sincera motivación de cambiar un sistema corrupto que odiaban, se perdieron en el camino.

¿Cómo?

Una vez en el poder, viviendo en una opulencia y lujos que nunca habían tenido, se dieron cuenta del efecto que tenían sobre la gente, de cómo todos se transformaban en frente de ellos, de cómo podían cambiar, destruir o elevar de estatus la vida de alguien, y de cómo podían obtener favores de todo tipo.

Muy pronto, ese ‘licor’ les llegó a la cabeza y se volvieron adictos a él. Ahora que ya no podían vivir sin él, necesitaban medidas para que se mantuvieran allí para siempre.

¿Qué hacen? Primero que todo, rodearse de dos tipos de personas: los lagartos (sin querer ofender a los lagartos como animales), o con miembros -por la mayoría mediocres- de sus familias. Ambas categorías siempre por el mismo problema de ego y de ignorancia, se enriquecen en poco tiempo y se transforman en temidos y poderosos. Cada uno de ellos, no listo a esa bonanza y no de la misma estatura o carisma de ese presidente o líder, se siente invencible, y abusa de su poder. Y ese es normalmente el inicio de su fin y del fin del presidente.

Sé que ver a uno de esos mediocres presidentes o pseudo-presidentes corruptos que explotan a la sociedad enoja e indigna. Al mismo tiempo, la pregunta, ¿qué haría un ciudadano típico en su lugar?

A parte de una persona ya establecida en la espiritualidad y en el desapego o de un rico y ya poderoso que lo ha probado, nadie sabe ni puede decir cómo se sentiría o actuaría tomando el ‘licor’ del poder. ¿Quién, si nunca ha tomado licor, puede saber lo que siente un borracho? ¿O qué se siente al recibir el respeto, el halago de los muchos aprovechadores que lo van a rodear cuando sea presidente? ¿O qué efecto da el recibir una invitación en la mansión de un hombre muy poderoso que le ofrece su amistad, que lo invita en su yate, que le manda regalos valiosos, y que le ofrece un porcentaje importante por tener contratos millonarios, donde él no debe hacer nada más que poner una firma?

¡Una firma!

¡Algo que no le toma esfuerzo y que se hace en menos de un segundo! Cientos de millones de dólares para él, y algunas migajitas para sus lagartos que harán el trabajo sucio.

Esto es lo que parece la política hoy.

Creo en el ser humano, creo que un día eliminaremos a esos pocos poderosos que compran y manipulan a nuestros presidentes y políticos y estableceremos una sociedad basada en la justicia social, en la Hermandad, y en el Amor.