Cuando algo —aunque valioso o fundamental— desde siempre está allá para ti, se vuelve invisible. Para que me entiendas mejor, cuando andas ocupado(a) por el mundo normalmente te fijas en la comida, la ropa, los muebles, las cosas, las personas, pero raramente te fijas en lo más importante: el aire que respiras. Porque no se ve, ni se toca, ni te pide nada, lo tomas por debido y nunca piensas en lo fundamental que es para tu existencia.
¿Cuándo te fijas en él? Cuando te falta.
Me han dicho que ser mamá es lo más dulce que se pueda probar. Como todo lo que es profundo y sutil, el amor de una mamá nunca se podrá entender ni sentir hasta que no se experimente en carne propia. Así que, por ser hombre, sé que en esta existencia NUNCA podré entender lo que significa ser madre. Ese es un HONOR reservado para las mujeres.
Aunque casi cada mujer es potencialmente una madre, no todas las mujeres lo son o quieren serlo. Decidir ser madre —cuando esa decisión está en sus manos— es más una misión y vocación de amar y servir.
La cultura patriarcal nos ha programado imponiéndonos el rol del padre como fundamental pero, si reflexionamos, el verdadero sacrifico es todo para la madre. Es la mujer quien debe decidir si ese hombre es la elección correcta para ella y para el futuro del bebé. Equivocarse implica un enorme ‘pago’, un ‘desgaste energético’ que empieza con un embarazo de nueve meses —a veces duro— y continúa de por vida. Sí, de por vida, porque una mamá nunca deja de ser la mamá hasta que no se muere.
Como les pasa a muchos, no entendí plenamente el amor de mi mamá por mí. Porque crecí en una cultura donde el papá es la autoridad y quien representa a la familia, él, como un ruidoso e imponente macho alfa, había siempre dominado y guiado a todos. Me creí eso por largo tiempo.
Mi mamá era lo opuesto, una mujer tímida, callada y dulce. Cuando mi mamá cumplió los 10 años de edad y terminó la primaria, Italia estaba en plena guerra mundial, año 1942. Así, porque era la cultura de aquel tiempo, fue educada para casarse, tener una familia y ser la perfecta ama de casa de un hombre que trabajara y que la iba a cuidar. No le fue permitido continuar estudiando más después de la primaria.
Regresemos a nosotros. Un día —en ese entonces yo tenía 28 años de edad— decidí volar hacia mis sueños y así dejé mi país para nunca más regresar a vivir en él. En realidad lo que dejé fue el nido que mi mamá había construido para mí con mucho amor desde antes de que yo naciera. Porque no lo había visto construir, y porque sin que yo me diera cuenta todos los días lo había mantenido seguro y en orden, simple e inconscientemente, viví en él. Cuando me fui, no pensé en lo importante que ese nido había sido para mí, porque tampoco había entendido que era el amor, realmente no entendía lo que era El Amor.
Los primeros días lejos de mi nido fueron dominados por la excitación del descubrir un mundo nuevo y diferente. Pero muy pronto me di cuenta de que si me levantaba sin organizar mi cama —que en ese entonces era una colchoneta— la encontraba de la misma manera, y que ya no había comida recién hecha para mi que me esperaba como siempre, y que si no lavaba mi ropa se quedaba sucia, ni —como había pasado antes por arte de magia— se planchaba, doblaba y se ponía sola en mi closet. Además en ese entonces no tenía un closet, sino que todas mis pertenencias estaban en un morral…
Pero, porque ya tenía una Misión y estaba en el proceso de realizar mis sueños, todo eso fue un pequeño sacrificio, y me adapté muy pronto. Pero el golpe fue otro…
Lo que había siempre estado invisible de repente se volvió tan visible que me tomó por sorpresa. Por primera vez noté la falta de la dulce sombra, de la presencia silenciosa que me había acompañado desde mi primer aliento, y que ya no estaba a mi lado. El elemento fundamental que había sido la verdadera amalgama de nuestra familia —había siempre pensado que esa figura era mi padre— ya no estaba mirándome con amor, ni reprochándome cuando era necio, ni ya tocaba mi piel, ni acariciaba mi Ser. Ya ella no estaba conmigo.
Porque nadie me había enseñado a reconocer su verdadera importancia, no había valorado a mi mamá como se lo merecía.
Lo que había pensado que me era debido recibir, en realidad no me era debido, sino que era un regalo de amor que mi mamá, sin nunca pedirme algo a cambio, me había siempre dado a manos llenas.
Ese tipo de amor es tal vez lo que mejor puede definir al amor de una mamá: dar sin ni siquiera pensar recibir algo a cambio.Y ese amor es lo más cercano al amor incondicional que llega a su culminación en el Amor del Supremo para sus hijas e hijos.
Y así aprendí a amarla en una manera diferente, y mi amor por ella —todo a nivel interno porque estábamos lejos— creció y se transformó como nunca antes.
Pero otro poderoso golpe, que tampoco esperaba, impactó mi vida. La dulce amalgama de la familia dejó su cuerpo y, tal como había vivido, se fue en silencio. Y ese silencio se volvió para mi como un ruido poderoso nunca escuchado ni imaginado.
Sin ella la familia nunca fue la misma. Esa mujer callada, poco educada que nos había cuidado a todos había sido el ‘aire’ vital que nos había dado aliento. Sin ella se perdió la esencia de amor que ella representaba, todo se volvió ordinario y material, y la familia perdió su rumbo y armonía.
Y eso me enseñó otra lección valiosa del Mantra universal que repito y que enseño a los demás: BABA NAM KEVALAM, El Amor es Todo lo que Es, Todo es Amor.
La verdadera amalgama de este universo es el amor y más, el AMOR UNIVERSAL.
Una vez mi Maestro dijo que hay unas deudas irredimibles: “La única forma de servir a tu madre después de su muerte es ayudar a cada miembro femenino del universo a progresar en el camino del más alto desarrollo”. Había siempre sido consciente de eso, pero nunca lo había sentido completamente.
Con la ida de mi mamá –que así me dejó otro regalo incalculable— esa consciencia cambió y el deseo de cumplir con esa enseñanza se subió a otro nivel, y se volvió Amor como Esencia.
Casi sin ser consciente, empecé a sentir aún más el sufrimiento de las mujeres, el amor de las madres y toda la violencia e injusticia en contra del género femenino de esta sociedad fundamentalmente machista que nos rodea. (Porque hoy es el día de la madre humana hablaré en el futuro sobre las madres del mundo animal).
PanaceAMission nació también con ese propósito: Ayudar a cada mujer a progresar en el camino del más alto desarrollo.
Y cuando hay un deseo sincero, el Padre SIEMPRE responde a la llamada de su hijo o hija y así, desde hace poco he sido acompañado por Didi Ananda Rashmika —quien liderará ese movimiento- y por otras mujeres que se nos están juntando.
Madre,
tú que estás leyendo estas palabras, entiendes que vives en una sociedad donde las mujeres en general, y las mamás en particular, no son valoradas por lo que verdaderamente valen.
Nosotros hombres nunca te entendimos, ni entendemos.
¡Perdónanos!
Es que nunca nos enseñaron a valorarte, ni a valorar a las mujeres como se merecen, ni a tratarlas como las guardianas de la vida de cada niño o niña que nace en este planeta.
Tal como me pasó a mí, tus hijos e hijas han sido criados y educados en esta sociedad donde el hombre tiene todo el poder e importancia.
No hagas como mi mamá que solo me amaba sin decirme que la amara y valorara. Enseña a tus hijos cómo amarte y valorarte, y cómo amar, valorar y RESPETAR a TODAS las mujeres.
Abre los ojos de tus hijos varones porque ellos no saben, y por eso no entienden. No dejes que solos los hombres de tu casa –pareja, papá, hermanos, tíos— eduquen a tus hijos, ni dejes que tu silencio sea cubierto por el arrogante ruido de esos hombres. Tú también eres responsable de su educación y está también en tus manos la responsabilidad de crear unos hombres valientes que respeten a las mujeres, y que las consideren como los seres iguales que son.
Y educa a tus hijas para ser fuertes y valientes, para responder a cada golpe, para usar su inteligencia y poder, para que así todos respeten sus derechos y valores.
Ya es tiempo de que las mujeres regresen a su justo lugar en nuestra sociedad.
Ayuda a PanaceAM y a Mujer Despierta para que, con la fuerza conjunta de todos, eso pase lo más pronto.
Madre, que tengas un HERMOSO día…
Acerca del autor: Dada Japamantra
Motivador, profesor de meditación, líder humanitario, mentor y consejero espiritual. Centro mis actividades y existencia en el lema “Auto-realización y Servicio a la Humanidad.” Como monje y misionero, me dedico solamente a la misión de ayudar a las personas a desarrollar su Infinito potencial interior y a contribuir al bienestar universal.
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