Es noche, y mis padres duermen. Después de mucho tiempo estoy en el estudio de mi papá y observo este familiar cuarto-museo con muchos objetos cargados de recuerdos.
En un lugar dedicado a ellas, viejas fotos que, como un seguro en contra del miedo de que sin ellas la vida se habría corrido sin dejar huellas, muestran momentos felices o logros importantes; la sonrisa de mi madre conmigo recién nacido entre sus brazos, fotos de mis hermanos de niños, de los abuelos; y además diplomas, reconocimientos, galardones, premios, y cuadros por todas partes; la librería de mi papá, con sus cientos de libros, libros de derecho y enciclopedias que ya nadie consultará, y otros libros de literatura, con sus páginas amarillentas, que me iniciaron a la vida…
En una mesita vestida con un trapo de seda, en parte cubierto de otro hermosamente bordado por mi mamá antes de casarse, hay objetos en porcelana y plata, recuerdos de matrimonios de la vasta constelación de amigos y parientes, y estatuillas llegadas de tierras lejanas…cada una que me observa, como esperando el momento de cuando los haré libres del apego de mi madre que de vez en cuando los sacude pensando en sus historias…
Y en un lugar secreto está en un precioso cofrecito, con sus aretes, pulseras y anillos de oro, algunas de ellas de mi bisabuela y regaladas por mi abuela a mi mamá…un pequeño tesoro conservado por tres vidas enteras…y me pregunto si valió la pena cuidar tal ‘tesoro’, porque también esos pedacitos de metal, un día, igual que esas tres mujeres, dejarán de existir.
Tantas cosas, pequeños postes de una larga vida, todas bonitas e inútiles, cada una con la labor de ser un pedazo de existencia con olor a pasado que solamente así puede continuar existiendo. Y pienso en el apego que mis padres tienen por esas cosas, en cómo cada una de ellas es importante y, aunque sus caras son siempre más arrugadas y sus cuerpos se encorvan cada día más, pienso en cómo nunca podrían deshacerse de ellas…
Llegó el amanecer.
De mi balcón miro algunos pájaros que gozan de la vida. Aunque guiados solamente por sus instintos, ellos saben vivir en el presente y disfrutar cada momento, libres, sin pasado, ni fotos, ni objetos preciosos que cuidar, ni apegos.
Ellos viven…simplemente…viven…
¿Por qué es tan difícil para nosotros ‘entender’ y vivir como ellos?
¿Por qué, tal como el aire que respiramos y la luz del soles que nos da vida, es tan difícil usar con desapego todo lo que tenemos a nuestro alrededor?
¿Por qué tanto miedo a perder lo poco que tenemos?
¡Qué seas feliz!
Acerca del autor: Dada Japamantra
Motivador, profesor de meditación, líder humanitario, mentor y consejero espiritual. Centro mis actividades y existencia en el lema “Auto-realización y Servicio a la Humanidad.” Como monje y misionero, me dedico solamente a la misión de ayudar a las personas a desarrollar su Infinito potencial interior y a contribuir al bienestar universal.
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