Una vez me contaste que cuando nací tu alegría y felicidad fue tanta e indescriptible, la más grande que habías probado desde entonces, y que ser papá y verme crecer sano y feliz, fue uno de tus más grandes logros.

Te preparaste a mi llegada con trepidación y además compraste tu primera cámara, y más adelante una filmadora de cinta —en ese entonces algo para pocos— porque ‘no podías perder la única oportunidad de grabar a tu primer hijo en momentos que nunca más habrían de regresar a tu vida’.

Y así tienes álbumes de fotos mías desde cuando tenía pocas horas, mi primer baño, mis primeros pasos, mi primera torta, mi primer todo. Tú a mi lado con mi primera bicicleta, tú a mi lado mostrándome el mar por primera vez, tú conmigo haciendo castillos de arena en la playa, tú acompañándome a mi primer día de clases…todo documentado. Incluso tienes en el cajón de los recuerdos, un bolso de plástico transparente, con los suaves cabellos dorados que me cortaste por primera vez.

Lo hiciste para que yo pudiera verme en las varias etapas de mi vida, pero sin planearlo, esas fotos y videos en blanco y negro y sin sonido, me mostraron también un papá desbordante de amor por su bebé, por su niño, por su adolescente, por su joven hombre, acompañándolo en cada paso y ayudándolo a descubrir, y mostrar y explicar lo que era el ‘misterio’ de la vida.

Y recuerdo cuando me enseñaste —en ese entonces yo tendría 5-6 años—las normas de galanteo, y de cuando me hablaste de la honestidad, o de cuán importante era la palabra de un hombre, y de que se debe servir, y de que se debe amar, y que se debe siempre pensar en Dios y agradecerle.

Y más adelante, cuando me asusté al ver a Jesús sangriento en la cruz, me contaste su linda historia, y de cómo —sin venerarlo en una manera vacía e hipócrita— debo imitarlo para un día ser como él.

Y, más que con palabras, me enseñaste con tu ejemplo, y me mostraste cómo la honestidad paga, y cómo ser correctos y bondadosos da plenitud y felicidad. Y me mostraste lo que es el amor amando a mi mamá –que fue la primera y única mujer de tu vida– con quien compartiste 60 años de vida feliz, hasta su muerte.

Y, debo mencionarlo, tu enorme frustración cuando —yo, tu hijo, no quise encajar con lo que me enseñaban en la escuela— y que después de primaria, perdí materias y años escolares. Y todavía me acuerdo de tu vergüenza cuando tus amigos, hermanos y colegas se gloriaban de los votos de sus hijos y te preguntaban cómo me iba, y tú no sabías cómo decir que tenías un hijo que ‘parecía inteligente’ y que era un ‘burro’. Sé que en ese entonces estaba confundido por mi futuro, y no te sabía explicar cómo –viéndome introvertido, casero y leyendo mucho—yo podía ser tan mal estudiante.

Sé que para ti eso fue duro, pero ahora tú y yo sabemos que no siempre el primero de la clase es el primero en la vida. Aunque en ese entonces yo no lo sabía, el no dejarme atrapar por el sistema educativo me dio la posibilidad de tener la mente libre, inquisitiva y rebelde que ha hecho al hombre de hoy.

Padre, también gracias a ti, y observando tu vida, he entendido algo más de ella, y de cómo debo actuar, servir, y amar, y de cómo tu ejemplo y enseñanzas, puestas en mí como semillas, han brotado dándome la vida que tengo.

Aquí algunas:

Tú, como adolescente cabeza de hogar, forzado por la guerra, me enseñaste a luchar y a enfrentar la vida con valentía y sin miedo.

Como pareja, junto a mi mamá, me mostraste lo que significaba crear una familia basada en el amor y el respeto, feliz y en armonía.

Como visionario, tuviste el coraje de actuar, y me enseñaste a ‘ver’ lo mejor, y luchar para conseguirlo.

Como universitario tardío me mostraste el poder de una mente determinada que, no importando la edad, los obstáculos y los retos en el camino, sabe luchar para lograr sus sueños.

 Como moralista me transmitiste tus principios que, como preciosas semillas, todavía estoy usando y dando al mundo.

Como humanista me enseñaste cómo amar a Su creación y —a pesar de sufrir la lejanía física que ahora nos separa— entendiste mi decisión de seguir solo mi Camino.

Como educador y escritor me hablaste del arte y de la cultura, y me inculcaste el amor a los libros, a la lectura y al conocimiento.

Como padre —aunque nunca lo he sido y nunca podré entender lo que tú sentiste y sientes por mí— me has enseñado a amar incondicionalmente.

Papá, de mi Maestro aprendí que cada ser humano tiene cuatro deudas que nunca podrá pagar. Una de ellas es al padre que te ha dado la vida, criado y educado.

Dijo que para honrar al padre cuando todavía está vivo, se debe amarlo, ayudarlo y cuidarlo. Después de su muerte, se puede continuar a pagar esa deuda, ayudando a cada hombre del universo a progresar en el sendero del desarrollo más alto, el desarrollo espiritual.

Padre, también gracias a ti, —y aunque tú estás todavía vivo— es lo que hoy estoy haciendo.

Con infinito agradecimiento y Amor

Tu hijo

G.

PS – Mi papá nació en el año 1927 y, debido a la segunda guerra mundial que lo encontró adolescente, a los 14 años tuvo que trabajar duramente y ser cabeza de familia porque mi abuelo y tío mayor eran soldados, uno luchando en África y el otro en el norte de Italia.Desde chico probó lo que significa dejar su casa por los bombardeos enemigos, la falta de comida, el dormir en una cueva, y ser responsable por otros. Después de la guerra, con el país destruido y con falta de todo, terminó sus estudios superiores (bachillerato) y fue profesor por un tiempo. Conoció a mi mamá y ya comprometido y siempre para progresar, estudió y se ganó un concurso importante como funcionario público. Ya con tres hijos y al tope de la carrera, decidió coronar el sueño de su vida: ser abogado. A los 45 años se mudó de ciudad, y continuando a trabajar, se inscribió en la universidad donde terminó la carrera en 4 años y con honores. Fue abogado hasta que se jubiló. Escribió dos libros y recibió premios y reconocimientos por ellos. En este momento —a los 90 años y todavía perfectamente lúcido y saludable— vive solo en su linda casa frente al mar —con el hijo menor que ocupa el segundo piso— en una playa de Sicilia, Italia.